Rodrigo Llanes Salazar,
Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales
de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Yameli Aguilar Duarte,
Instituto Nacional de Investigaciones Forestales,
Agrícolas y Pecuarias/Asociación Mexicana de Estudios sobre el Karst.
José Orvelín Montiel Cortés.
Instituto Federal de Defensoría Pública.
Wilberth Alfonso Nahuat Puc es el subcomisario de
Santa María Chí, una comunidad maya (“Chí” significa “nance”) y subcomisaría
del municipio de Mérida, ubicada al noreste de la zona urbana de Mérida,
Yucatán, en donde está asentada una mega granja porcícola de más de 49,000
cerdos, que el pasado mes de septiembre fue clausurada de manera total y
definitiva por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente ya que, entre
otras irregularidades, no contaba con permisos de descargas de aguas
residuales.
Wilberth
nació el 7 de julio de 1983 en Santa María Chí. Fue el segundo de cuatro hijos y
recuerda que en su infancia eran muy pobres, que, como es común en las
comunidades mayas, vivían en una casa multifamiliar, donde también vivían sus
abuelos, y que era una choza de palos y huano, que las paredes eran de tierra
con zacate revueltas estilo pak luum,
y que él jugaba con sus cochecitos haciendo huecos en la tierra, así como en el
patio, entre los árboles y haciendo corridas de toros con los carneros. De su
infancia también rememora la presencia de sus abuelos y que de ellos aprendió
el valor de la siembra, de tener animales de traspatio, de cuidar la
naturaleza, de pedirle permiso y ser amable con el entorno que nos rodea, así
como ir al monte, a leñar. “Eso es algo que me dejaron mis abuelos”. Asimismo,
como sus papás trabajaban, él se quedaba al cuidado de sus hermanos, viendo que
comieran y asistieran a la escuela.
Tres años después de que naciera
Wilberth, y dos años después de que el gobierno de Yucatán y el gobierno
federal buscaran diversificar la economía yucateca a partir de la
implementación del Programa de Reordenación Henequenera y Desarrollo Integral
de Yucatán, comenzó a operar la granja porcícola, con cinco naves. Hoy, la
granja cuenta con 72.
En
su infancia, Wilberth estudió el kínder en la casona que está debajo de la casa
principal de la hacienda Santa María Chí, en unas bodegas que servían para
guardar los accesorios para caballos y mulas. Por décadas, Santa María Chí se
dedicó a desfibrar henequén, el monocultivo que marcó la economía, el entorno y
la vida social de gran parte de Yucatán durante las últimas décadas del siglo
XIX y gran parte del siglo XX. “Entrar a ese lugar era algo muy padre, pues era
un edificio muy grande [...] tenía pilas llenas de agua, que tenían pescados”.
Wilberth recuerda que lo que comían cuando era
niño era lo que estaba al alcance, lo que cosechaban en su casa. Su mamá y su
abuela tenían animales de patio. Su platillo favorito es el salpimentado,
preparado con gallina de patio, calabazas también de patio o de milpa y
tortillas hechas a mano. Otras vecinas y vecinos de Santa María Chí también
recuerdan la calidad de los vegetales y hortalizas que se cultivaban en los
patios y en el monte: calabazas, chayotes, rábanos, camote, cilantro, más
grandes y frescos. Entonces, también se tomaba agua de los pozos, la cual era
más fresca. Wilberth bebía agua de pozo cuando le tocaba regar las plantas del
patio. Hoy, los pozos de Santa María Chí presentan altos niveles de coliformes
fecales y de otros contaminantes.
Al
igual que muchos niños en comunidades mayas, Wilberth acompañaba a su papá a su
terreno a pastorear el ganado. Caminaban el monte, arreaban el ganado y veían
diversos animales: venados, jabalíes, “muchos pájaros con sonidos muy padres”,
pavos ocelados, chachalacas –“que son animales impresionantes que con el sol
brillan”. A veces, cuando se quedaban sin agua en el monte —cuenta Wilberth—,
tomaban agua de las sartenejas, llenaban su calabazo y la bebían. “Era agua
fresca, no te hacía daño, era como agua purificada. Es agua de lluvia que está
en el monte”. Del monte también recuerda el olor del dzidzilché, un importante árbol melífero, que floraba en los meses
de marzo a mayo. Su papá lo invitaba a comparar los aromas del dzidzilché con el de la miel cosechada,
y Wilberth comprobaba el mismo olor. Así, con estos andares, entre animales,
árboles y rocas, aprendió a tenerle respeto al monte y todo lo que se hacía
ahí, desde la milpa hasta el cha’a cháak
ritual de petición de lluvia.
Esto se debe a que Santa María Chí se ubica en una planicie kárstica a menos de 10 metros sobre el nivel del mar, esto es, una zona con acuíferos expuestos por el nivel freático que está a poca profundidad. Tomando en cuenta el tiempo geológico, los suelos de la zona son de formación reciente y los tipos de suelos dominantes son los Leptosoles, que son poco profundos, asociados a afloramientos rocosos y con altos porcentajes de pedregosidad. Por estas razones, los Leptosoles tienen baja aptitud para ser usados en la agricultura intensiva y, de acuerdo con el Programa de Ordenamiento Ecológico del Territorio del Estado de Yucatán, las unidades de gestión ambiental donde se ubica Santa María Chí no son compatibles con la porcicultura. Esto ha sido confirmado por estudios realizados por Aguilar y Bautista (2011) y Aguilar et al. (2011), que documentan que los Leptosoles no pueden ser usados para recibir agua de riego de residuos porcinos, ya que se salinizan a muy corto plazo, lo que genera una degradación química que implica un escaso crecimiento de la vegetación cultivada y circundante o, incluso, la muerte de la misma, pues no cualquier cultivo o especie vegetal puede soportar los altos niveles de sales que se quedan en los suelos regados por aguas residuales porcinas. Precisamente, una de las principales quejas de la población de Santa María Chí, y de otras comunidades mayas afectadas por granjas porcícolas, son los daños a sus plantas y cultivos.
Wilberth continuó sus estudios en la ciudad de
Mérida, donde tuvo su primer trabajo en una tienda de importaciones en el
centro, después en un despacho como auxiliar contable y, posteriormente, en el
área administrativa de una empresa que formaba parte de Bepensa, en donde
laboró doce años. De su paso por Bepensa, Wilberth recuerda su trabajo como
voluntario para limpiar playas y escuelas, apoyando en casa de ancianos y, lo
que más le impactó, el saneamiento de un cenote en Kaua, que estaba
“horriblemente lleno de basura”. De esa experiencia le nació “hacer muchas
cosas para ayudar a la gente”.
Durante sus estudios y vida
laboral en Mérida, Wilberth regresaba cada fin de semana a Santa María Chí. A
finales de 2020, en el contexto de la pandemia de Covid 19, y debido a la carga
de trabajo y el estrés, decidió renunciar a su trabajo. Viviendo de nuevo toda
la semana en Santa María Chí, Wilberth conoció más de cerca todos los problemas
que vivía la subcomisaría, como la falta de servicios públicos. Ante sus
constantes críticas, sus amistades le dijeron, “si tanto te quejas, lánzate de
comisario”. “Una frase que se me quedó mucho”, cuenta Wilberth, fue “si quieres
mejorar, pues tírate de comisario, nosotros te apoyamos y nuestra familia
igual”. El padre de Wilberth también había sido comisario a mediados de la
década de los noventa, durante el gobierno municipal de Patricio Patrón Laviada,
y eso también lo motivó a postularse como candidato a comisario.
Durante su campaña para ser subcomisario, las vecinas y vecinos de Santa María Chí expresaron sus inconformidades con respecto a la granja porcícola, por los malos olores (“el apeste”), las moscas y moscos. Sin embargo, el conflicto se detonó a partir de los incendios provocados en los terrenos en la granja en abril de 2023 por la quema de excretas de los cerdos, y que tardaron más de un mes en extinguirse por completo. Numerosas personas de Santa María Chí han expresado afectaciones a su salud por los incendios, además de que el humo despedido en los terrenos de la granja no sólo olía a carne quemada, sino también a químicos. Doña Rosa Puc, mamá de Wilberth, narra que durante el incendio le dio una faringitis que no se le pasaba, y que ahora se le presenta de manera recurrente. “No puedes dormir, sientes que te asfixias”, señala. Otras vecinas y vecinos reportan asma, comezón en la piel, dolores de cabeza, entre otros padecimientos. Estas afectaciones provocaron que la población de Santa María Chí comenzara a informarse sobre las afectaciones a su salud, al agua y al medio ambiente, así como sobre sus derechos como comunidad maya y, con asesoría jurídica del Instituto Federal de Defensoría Pública y acompañamiento de organizaciones civiles, presentaran demandas de amparo en contra de la granja, la cual carece de diversos permisos y autorizaciones, razón por la que ha sido clausurada de manera total y definitiva. Sin embargo, hasta la fecha (octubre de 2025), la granja sigue operando.
Además de su labor como subcomisario y como defensor del territorio, Wilberth también baila jarana, una danza típica de Yucatán que aprendió por su tía Brígida, quien frecuentemente se iba a bailar jarana a otras localidades. “Me gustó esa parte de estar saliendo, de ir a pasear a otros lugares, a otras fiestas de pueblos, de ahí que surgiera esa motivación”, relata Wilberth. Hasta la fecha, Wilberth asiste a diversos pueblos para bailar jarana.
Hoy, debido a la invaluable labor de defensa de
los derechos de su comunidad y del frágil territorio kárstico que habita,
Wilberth se encuentra en riesgo de enfrentar prisión debido a las demandas de
una empresa porcícola que ha operado ilegalmente por años, contaminando el
agua, suelo y aire de Yucatán, violando los derechos humanos y de la
naturaleza.
Exigencias
Organizaciones,
colectivos y comunidades han manifestado su profunda preocupación y enérgico
rechazo a la criminalización de las personas defensoras de derechos humanos y
del medio ambiente en el Estado de Yucatán, particularmente en el caso del
defensor Wilberth Alfonso Nahuat Puc, quien ha sido injustamente objeto de una
acción penal por su labor legítima en defensa del derecho al medio ambiente
sano y de su comunidad.
Nos sumamos a dichas preocupaciones y exigimos
al Gobierno del Estado de Yucatán y a la Fiscalía General del Estado:
-
Que cesen de
manera inmediata toda forma de criminalización, hostigamiento o persecución en
contra de Wilberth y de cualquier otra persona o comunidad que defiende el
territorio y el medio ambiente.
-
Que la
Fiscalía General del Estado se desista de la acción penal emprendida en contra
de Wilberth, reconociendo que su actuar se enmarca en el ejercicio legítimo del
derecho a defender derechos humanos, reconocido por la Constitución Mexicana,
los tratados internacionales y la Declaración sobre los Defensores de los
Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
-
Que el Poder
Judicial del Estado garantice la imparcialidad, independencia y debida
diligencia en la actuación del juez encargado del caso, evitando cualquier
sesgo o presión política que vulnere el derecho a un juicio justo.
-
Que el
Gobierno del Estado de Yucatán adopte medidas efectivas de protección para las
personas defensoras del medio ambiente y de los derechos humanos, asegurando
condiciones seguras para el ejercicio de su labor, en específico que se adopten
a favor de Wilberth.
-
Recordamos que
defender el medio ambiente no es un delito, sino un acto de profundo compromiso
con la vida, la justicia y el futuro de las comunidades y del planeta. La
criminalización de quienes alzan la voz por el agua, la tierra y el territorio
constituye una violación grave a los derechos humanos y un retroceso
democrático inadmisible.
Exigimos
respeto, justicia y libertad para Wilberth y para todas las personas defensoras
del medio ambiente en Yucatán.
¡Defender
la tierra no es delito!
¡Alto
a la criminalización de las y los defensores ambientales!
Bibliografía citada
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validation procedures. Tropical and Subtropical Agroecosystems, 13:
221-232. Disponible en: http://www.revista.ccba.uady.mx/ojs/index.php/TSA/article/view/810
Estrada Medina, Héctor et al. 2019. “El karst de Yucatán: su origen,
morfología y biología”. Acta Universitaria 29, e2292, pp. 1-18.
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. 2023. Dictamen
Diagnóstico Ambiental de la actividad porcícola en Yucatán. México: Secretaría
de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
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