El desarrollo de proyectos basados en el aprovechamiento de los recursos naturales puede ocasionar conflictos ambientales territoriales y para esbozar o plantear opciones de solución a los conflictos ambientales es necesario aceptar que son complejos, que involucran actores diversos y que requieren del conocimiento del territorio y por lo tanto de pensamiento geográfico y si el territorio es kárstico la situación se complica más. Un conflicto socioambiental podría ser entendido como una disputa que involucra el uso, acceso y propiedad de recursos naturales y servicios ambientales por grupos de actores quienes tienen diferentes poderes e intereses, y defienden diferentes concepciones con respecto a la gestión de los bienes públicos.
En
esta nota solo hablaré de los actores que tienen un rol en los conflictos
socioambientales, esos son: a) la parte ofendida (a menudo poblaciones
vulnerables); b) la parte presuntamente ofensora que pueden ser personas
físicas o personas morales (empresas, organizaciones), c) los mediadores, como
los gobiernos de diversos niveles; y d) los ayudantes o colaboradores de las
partes en conflicto, como los asesores, peritos, abogados, y de los ayudantes
de los mediadores (amigos de la corte, peritos independientes, etc.).
Las personas afectadas por el conflicto socioambiental algunas veces cuentan con el apoyo de personas comprometidas con sus causas, como, por ejemplo, académicos, personas sensibles al daño ambiental, personas comprometidas con la naturaleza, personas comprometidas con las poblaciones vulnerables, entre otros, a todos ellos se les conoce como ambientalistas o activistas ambientales, algunas de estas personas ambientalistas llegan a incluirse o a sentirse la parte ofendida, la población vulnerable. Ante dicha situación de compromiso con la causa suelen aparecer sentimientos de fustración, coraje, impotencia y desánimo que deben aprender a manejar, recordando que la felicidad o infelicidad no es lo que sucede, más bien es lo que pensamos sobre lo que sucede, como dijera Santandreu (2018). Por ejemplo, pensar solo en la derrota, la corrupción o el escaso compromiso de los demás actores al interior del conflicto, nos puede hacer pensar que no hay salida, que falta mucho por hacer y al final estos pensamaientos producen infelicidad. Por el contrario, si pensamos en los avances sobre la causa, sobre lo bueno que ha sucedido, entonces podríamos sentirnos felices o, al menos, no tan agobiados por lo que falta por lograr. Un pensamiento más estoico.
Cuando la corrupción es rampante
y existe colusión entre los mediadores (gobierno, los fiscales) y las empresas contaminantes (parte ofensora),
hay que tener cuidado, ya que dicha colusión permitiría denunciar y hasta juzgar
a la parte ofendida y a los ambientalistas, como alguna persona o grupos de personas (asociaciones, por ejemplo) por algún
delito grave, de esos de más de 20 años de prisión por una simple protesta
ciudadana o alguna declaración pública.
Para evitar daños personales o patrimoniales se recomienda la discreción, la rotación de actividades ante los medios (entrar y salir como en el box), hacer pausas en las actividades tomar vacaciones, mencionar la actividad no al sujeto o empresa para evitar las denuncias, se habla o se escribe sobre la cervecera no de la marca, de la mega-granja porcícola no de la empresa, se tiene asesoría legal para contingencias y se tiene una salida de emergencia. Es importante identificar plenamente a los aliados con las causas, ya sean colegas, académicos, periodistas, abogados y otros, para generar estrategias de protección.
Los activistas ambientales son
gente valiosa, son gente que hacen lo que deberíamos hacer muchos, son héroes que la población civil deberá cuidar. Los activistas ambientales deben aprender a cuidarse tanto en lo emocional como en lo físico, porque son vulnerables. No se trata de tener miedo, se tata de ser precavidos.
¡Larga vida a los activistas ambientales, venceremos!